El arte, en especial el cine, es una transfiguración de la realidad, permite enfrentarnos a ella de una forma diferente, sostuvo el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, Francisco Javier de León, al impartir la Conferencia “Filosofía y movimiento: divagaciones fílmicas”.
Como parte del Primer Encuentro de Filosofía y Cine, un espacio para la reflexión del quehacer cinematográfico organizado por la Universidad Autónoma del Estado de México, Javier de León refirió que el cine no muestra el mundo en el que vivimos, lo interpreta y ello da la pauta para reflexionar acerca de las situaciones, emociones y sentimientos que experimentamos todos los días.
En la Facultad de Humanidades, el universitario indicó que cuando un académico o investigador reflexiona sobre del séptimo arte, “está hablando de la realidad y de cómo se vincula este arte con el mundo en el que vivimos”.
El también poeta y dramaturgo dijo que la aparición del cine da pauta para generar teoría y filosofía acerca del tema; del mismo modo, afirmó que, dada la demanda de la sociedad, las universidades y otras instituciones educativas se dedican a profesionalizar su realización.
Javier de León, también locutor de Radio UNAM, destacó que el cine, a pesar de haber surgido como un espectáculo circense a finales del siglo XIX, se convirtió con el paso de las décadas, en un producto que los artistas aprovechan para plasmar ideas y temas filosóficos.
Por otra parte, el investigador universitario aseveró que uno de los problemas centrales del cine es saber si es una forma de movimiento o no, ya que está construido a partir de fotogramas que dan la ilusión de que las personas u objetos se desplazan.
“Cuando encendemos un proyector decimos que vamos a ver la reproducción de una película y en efecto, lo que se hace es una reproducción del movimiento. La producción del movimiento se realiza cuando se filma la película; sin embargo, cuando se ve el producto final se combina con la edición, el audio y otros factores que le dan la calidad de arte”, concluyó Francisco Javier de León.
