Para nadie es un secreto que la automatización de procesos de producción y servicios están dejando sin empleo a miles de personas. A diario podemos comprobar que así sucede en la industria en la que robots realizan el trabajo que antes correspondía a seres humanos y en el comercio, servicios y turismo las compras cada vez más se realizan por internet.
Se han ido quedando atrás empleos de técnicos automotrices y de textiles; agentes turísticos, vendedores a domicilios, telefonistas, secretarias, bibliotecarios, contadores de peaje en carreteras, repartidores de correo, etcétera.
Lo que se avecina, según la consultora internacional McKinsey, son pérdidas de fuentes laborales en la comida rápida que precisamente de la industrialización toma su nombre: el cliente que tiene a su alcance un producto que se prepara en tiempo récord; se le entrega caliente y en envases desechables.
El temor de miles, quedarse sin empleo, está siendo una realidad por la mecanización ilimitada y automatizada que enriquecería a muchos pero tarde o temprano arruinará a todos, como sentenció el escritor y ecologista Wendell Berry.
