Deterioro

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¿En qué momento, como sociedad del valle de Toluca, decidimos que era aceptable pasarnos por el arco del triunfo las reglas de tránsito?

¿Fue cuando el gobierno del estado decidió que suspendería la aplicación de multas?, ¿o cuando las propias autoridades determinaron que sólo policías mujeres aplicarían el reglamento de tránsito?, ¿sería cuando apareció el hoy extinto reglamento de tránsito metropolitano?, ¿tal vez cuando se decidió, por enésima ocasión, que el uniforme tamarindo tenía mala prensa?

Me lo vengo preguntando, como uno de esos cuestionamientos cruciales en la vida. Desde luego, ignoro la respuesta.

Lo que sí sé es que todos hacemos lo que nos viene en gana. Nuestro comportamiento se va deteriorando cada día. Recuperar el orden, si es que en algún momento alguien decide hacerlo, será una tarea descomunal.

Y si es la propia autoridad la que pone el (mal) ejemplo, es peor. Ahí están los autos de los servidores públicos de la Secretaría de Seguridad Pública estacionados a las afueras de su oficina, donde están colgados unos anuncios que prohiben el estacionamiento, pero que son sólo adornos de los postes. Mismo caso del trayecto casi completo de Paseo Colón —eso incluye el frente de la Casa Estado de México—. Ahí están los taxis con más pasajeros de los que deberían llevar. Los autobuses haciendo paradas donde se les viene en gana. Los vidrios polarizados. Y un largo etcétera.

Parte del abandono o del deterioro que no sé a quién le conviene.

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