El gobierno de la república presentó su plan para enfrentar la nueva configuración geopolítica dada a partir de la asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Y al margen del contenido, la buena noticia es que lo hizo a tiempo. Esta vez no han corrido los días ni las semanas. El anuncio ha sido oportuno.
Quizás no compartamos la visión del gobierno federal, pero lo cierto es que ya hay algunas línea de acción.
Porque para nadie es un secreto la importancia que tiene Estados Unidos en nuestra economía. La Presidencia de la república dice que habrá dos prioridades en materia de relaciones exteriores: fortalecer la presencia de México en el mundo y una nueva étapa de diálogo y negociación con Estados Unidos. En el trayecto están la defensa de la soberían mexicana, el respeto al estado de derecho, la integración de América del Norte y la negociación comercial.
El anuncio y las directrices parecen convincentes.
Pero si queremos encontrar nuevos y mejores mercados, parece más lógico y más redituable lo que ha propuesto la iniciativa privada: los mexicanos primero… Así como Donald Trump ha dicho que pondrá por delante los intereses estadunidenses, así debería ocurrir con México: fomentar el mercado interno y la inversión. Invertir y crear empleos en México cuesta, porque no hay incentivos fiscales. Todo aquel que invierte debe pagar al fisco.
Fomentar un mercado interno o buscar nuevos mercados no es cuestión de buenas intenciones ni decretos, requiere medidas efectivas que animen a crecer la planta productiva nacional y, más aún, apostar a mercados distintos al estadunidense, al que hoy por hoy se van 80 por ciento de las exportaciones mexicanas. Cambiar ese porcentaje requiere más que la idea de “fortalecer la presencia de México en el mundo”.
