Si de cifras hablamos, los números correspondientes a casos de muerte por obesidad infantil en México, rebasan a los de muertes por el crimen organizado. Esto es, nueve mil víctimas por año o una cada hora, según se advierte a partir de las estadísticas de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos.
La diferencia entre las muertes por obesidad frente a las muertes por crimen organizado es que la solución inmediata está en los padres de familia, las instituciones educativas, los propietarios de tienditas,de tiendas de conveniencia y centros comerciales y claramente, en un escenario mayor, los productores de comida chatarra. A partir del esfuerzo personal, podemos formar en los pequeños el hábito de seleccionar lo que comen, esto es, ingredientes o propiedades nutritivas.
Por supuesto, en esa cadena, las que llevan las de perder son los negocios chicos, medianos y grandes, junto con sus dueños pero, al optar nosotros los consumidores y sobretodo, exigir la venta de productos saludables, obligaríamos a los fabricantes y distribuidores a innovar en la elaboración de nuevos alimentos y golosinas.
La situación de la obesidad es grave en México. Nuestros niños comen diariamente productos embutidos, de preparación instantánea, refrigerados durante días, semanas o años. Se trata de su salud; de su calidad de vida, ¿vamos a seguir como si nada pasara?, ¿esperando a que alguien más decida por nuestros hijos?
