Métodos de selección

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A mí la verdad me viene guango cómo seleccionen los partidos políticos a sus candidatos.

Aunque los procesos internos de los partidos siempre son interesantes porque se descubren los grupos en pugna, siempre son las cúpulas quienes deciden, salvo casos excepcionales.

De modo que si la candidatura se decide en un volado, una tómbola, la popular pirinola, un torneo de dominó, la encuesta, la convención de delegados, una reunión de notables o un juego de turista mundial, me vale un soberano cacahuate.

Lo que realmente importa es que los candidatos —frase que engloba también a las mujeres, no me vengan con lo del lenguaje sexista— a cargos de elección popular muestren que tienen las polendas para hacer frente a los desafíos que entrañan las decisiones públicas. Es decir, que no les van a temblar la piernitas cuando se trate de mandar a volar a quienes se hagan acreedores a tan generoso destino o a adoptar caminos que sean completamente impopulares.

Porque últimamente sobrevivimos a una generación de políticos y funcionarios que quiere quedar bien con todos. Y eso es materialmente imposible.

Pero los partidos y sus dirigentes prefieren decir que seleccionan a las personas con los mejores perfiles, a los más preparados y otros calificativos en esa línea. Aunque eso sólo se lo creen ellos. Como lo de las encuestas —ahí está el caso de Morena en la Ciudad de México— y las convenciones de delegados.

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