En estos días se reúnen en Davos, Suiza, quienes deciden el rumbo económico del mundo mundial —es así, nos guste o no—.
Y la primera noticia que nos viene aparejada con el Foro Económico Mundial es que los pobres son más pobres y los ricos son más ricos —nótese que el arriba firmante no se incluye en ninguno de los grupos, porque a una inmensa mayoría nos gusta creer que somos de los de en medio—. Lo dice la organización Oxfam, que asegura que el mundo tiene ahora 2 mil 43 multimillonarios, cuyas fortunas sobrepasan lo que tienen los 3 mil 600 millones de seres humanos más pobres de este planeta.
Oxfam apunta dos verdades de a libra: que “el auge multimillonario no es un signo de una economía próspera, sino un síntoma de un sistema económico fallido”. Y que quienes fabrican la ropa, cultivan los alimentos o manufacturan teléfonos están siendo “explotados”.
El sistema económico ha fracasado en la distribución equitativa de la riqueza. Eso no lo dice Oxfam, eso lo dice el arriba firmante, pero afirmarlo es sencillo a la luz de la cifras que muestran que el uno por ciento más rico de la población mundial acapara 82 por ciento de la riqueza. Y sin que exista ningún esfuerzo sólido por sostener el “estado del bienestar”, que durante décadas proporcionó a la población más pobre los satisfactores necesarios para “equilibrar” la plataforma de desarrollo.
La desigualdad es lo de hoy. Pobre del pobre que al cielo no va, lo friegan aquí, lo friegan allá…
