Ya pasó una semana del temblor y el susto no se ha ido por completo. Decenas de habitantes del centro del país se sobresaltan al menor movimiento o ruido natural o provocado por terceros dando muestra de un estado general de intranquilidad.
El azote del sismo, los daños materiales, las personas fallecidas, los rescatados vivos y los desaparecidos asomaron nuestra sensibilidad y valores humanos. Pero es momento de actuar y defendernos.
Actuar para reconstruir casas, departamentos, escuelas, iglesias y museos. Y defendernos ante la amenaza que significa la ubicación de México en una zona de alta sismicidad por la interacción de un total de cinco placas tectónicas.
No podemos predecir un sismo pero en cambio debemos saber que cada año se detectan en promedio cien mil temblores en todo el planeta y que desde 1900, se registra un terremoto anual mayor de ocho grados; 15 terremotos entre 7 y 8 grados y 134 terremotos entre 6 y 7 grados, según la agencia científica del Departamento del Interior de Estados Unidos, reconocible por sus siglas USGS.
El susto y la zozobra alrededor de un temblor depende de nuestra manera de actuar y protegernos contra la amenaza que nos representan.
