Hasta seis secuestros se registran al día en el país según las cifras de la organización no gubernamental Alto al Secuestro. De esa cantidad, la mayor privación ilícita de la libertad de las personas se produce en el estado de México dada la principal concentración de población mexicana.
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Con esta realidad, está claro que las autoridades mexicanas no han podido erradicar el secuestro, aún y cuando se trata de un delito que se persigue de oficio y por tanto, no acepta el perdón ni el olvido ante la autoridad ni acuerdos entre la víctima el agresor.
En el sexenio que está por concluir, concretamente diciembre de 2012 y marzo de 2018, se tuvo un registro de 10 mil 898 secuestros. Faltan, desde luego, los que la gente no reporta por temor a represalias o a inacción de las autoridades en materia de justicia.
Las cifras de secuestro en México son alarmantes por comisión y omisión tanto como los daños sicológicos y fisiológicos que se generan en la víctima: pérdida de confianza en sí mismo y los demás; pérdida de alegría, de valores y del significado de las cosas; temblores, palpitaciones y respiración agitada. El secuestro es un acto inhumano, un crimen de lesa humanidad. No hay justificación posible para que siga ocurriendo y menos en tal proporción: seis casos al día.
