Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech se definía así mismo como «yo soy el surrealismo».
Siempre fue un personaje provocador que con sus obras transmitía lo inconcebible en la realidad; desde pequeño se mostró como un ser diferente, a los seis años quería ser cocinero y un año más tarde, Napoleón.
«Desde entonces, mi ambición ha ido aumentando», escribió en el prólogo de su libro «Vida Secreta«. Su primer acercamiento a la pintura fue durante la visita realizada, en 1916, a la finca de la familia Pichot donde se encontró con la colección de arte impresionista del pintor Ramón Pichot.
Tomó clases en la Escuela Municipal de Dibujo de Figueres, cuatro años más tarde su padre le impone estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Madrid para obtener un título de profesor y dedicarse a la pintura.
Dalí aceptó el reto. Durante su estancia se acercó al cubismo y al dadaísmo y conoció a personaje que años más tarde se convertirían en destacadas personalidades del mundo artístico, tales como Luis Buñuel, Federico García Lorca, Eugenio Montes, entre otros.
Tras su primera exposición individual, en 1925, Pablo Ruiz Picasso y Joan Miró voltearon sus ojos hacia él, y un año más tarde Picasso y Dalí se conocieron en persona.
Dalí halla su propio estilo, su particular lenguaje y forma de expresión que le acompañarán siempre y, aunque vaya cambiando y evolucionando, será, en el fondo, el que todos conocemos y que le define tan bien. Una mezcla de vanguardia y tradición.
Dalí está integrado completamente en el surrealismo y empieza su consagración como pintor.»
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