Sigue la mata dando sobre la recaptura del narcotraficante, formalmente acusado, y hasta hace unos días, prófugo de la justicia, Joaquín Guzmán Loera. Quien más se jacta con este hecho es desde luego, el Estado.
Sin embargo, como ciudadanos preocupados por los asuntos de este país, no hay que perder de vista que, el regreso a la cárcel de ese delincuente declarado era obligación de las autoridades porque la fuga fue un error u omisión de su parte.
Así que, más que lanzar las campanas al vuelo por llevarlo de nuevo a la prisión, lo que debiera ocupar en este momento al Estado mexicano es el establecimiento de acciones de inteligencia para penetrar las de redes de narcotráfico y bloquear el negocio de la drogas.
En otras palabras, irrumpir las estructuras nacionales y transnacionales que operan en México. Caiga quien caiga. Esto sí que sorprendería a cualquiera y enaltecería al gobierno de la república, como hoy se quiere hacer ver.
El narcotráfico ha dejado a México violencia e inseguridad, lavado de dinero para sobornar y a la drogadicción como problema de salud pública. Más que alardear por una recaptura para la que no había excusa, está lo que sigue. Atacar el problema.
