Los organismos adquieren más calorías al comer alimentos calientes que a los mismos alimentos fríos; por lo tanto, el uso generalizado de hornos de microondas podría haber jugado un pequeño papel en la actual epidemia de obesidad, al igual que el uso generalizado de refrigeradores podría haber retardado el aumento histórico de la obesidad hace un siglo.
Esto es lo que sugiere un reciente estudio en el que también se valoraron y excluyeron los facotres como el hábito dietético, las actividades físicas, la predisposición genética y otros factores demográficos.
Con independencia de ellos, tener un microondas se asoció con un aumento de .781 en el índice de masa corporal (IMC) y 2.1 kg de peso (cuando la propiedad de otros aparatos de cocina no se asoció con un aumento del IMC o el peso), y aumentó más del doble la probabilidad de sufrir sobrepeso.
En los Estados Unidos, de 1960 a 2015, las tasas de sobrepeso, obesidad y obesidad extrema en adultos están, de hecho, muy correlacionadas con la proporción de hogares con microondas, mientras que el ingreso medio por hogar no se asoció en absoluto con ellos.
Los microondas son una espada de doble filo porque también son una forma muy saludable de cocinar alimentos y los supermercados venden alimentos saludables si la gente decide comprarlos. El problema es que, porcentualmente, parece que no es así en Estados Unidos.
También se sospecha que los alimentos procesados causan una variedad de problemas de salud. Los alimentos ricos en azúcar y carbohidratos refinados, por ejemplo, se sabe que causan un alto nivel de azúcar en la sangre y obesidad. Y muchos de ellos están hechos para ser calentados únicamente en el microondas, ahorrando tiempo de cocina en el usuario.
Fuente: xatakaciencia.com