¿De qué sirve que el presidente de la república haga acusaciones de corrupción? De poco o nada si en ello se adolece de pruebas y acciones concretas para detenerla y evitarla.
En lo que va de su administración ha hablado del negocio privado que pretendía llevarse a cabo vía el nuevo aeropuerto; los montos y proceso de asignación de salarios en las distintas dependencias; el huachicol, Pemex y la calificadora Fitch Ritings; el coyotaje y tráfico de influencias del expresidente Felipe Calderón; las estancias infantiles y la operatividad de ONG’s, el Conacyt y, próximamente, la distribución de medicamentos.
La corrupción se desvela sí pero también se investiga y documenta. Luego se combate y en especial distinguiendo las áreas o procesos en que tiene lugar y que por lo regular son en la disposición y manejo de recursos: el desvío, sobrecostos, rendición de cuentas. Es decir, no nada más cortando de tajo o cancelando programas y proyectos como las estancias infantiles y contra la violencia hacia la mujer que por lo demás no se equiparan en manejo presupuestal ni impacto social y económico como lo que pueda estar sucediendo en Pemex y su sindicato, por ejemplo. Tampoco aludiendo a corrupción del pasado si no se va a hacer algo para frenarla.
No es pues cuestión anuncios espectaculares. Sino de fundamentar y actuar. Hacer temblar a la corrupción y que caiga. Cero tolerancia a su perversidad.
