Comienzan las vacaciones

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Me cuezo de envidia desde que me di cuenta que la próxima semana llegan las vacaciones de Semana Santa, que oficialmente en este Estado laico en el que vivimos se llaman vacaciones de primavera —que coincidan, es otra cosa—.

Y me cuezo —no sé si se diga así, pero la lo anote, así que me aguanto— de envidia porque mientras docenas y docenas de personas se preparan para dejar atrás el trabajo, la escuela, la oficina y hasta el hogar, algunos de nosotros nos quedamos en medio de la cotidianeidad, salpicada en estos días por la contaminación, la calor, los vientos y todo lo que hemos vivido en materia ambiental y climática.

Mi envidia es meramente deportiva. Si es que eso es posible. Porque sé por experiencia que las vacaciones son más cansadas que un periodo cualquiera de trabajo. Y sabes, hay mil cosas con las que tienes que batallar, desde la parentela hasta los extraños y sus comportamientos aún más extraños. Y hablo, desde luego, de los destinos turísticos en donde te encuentras a seres humanos que sabes que lo son porque tienen toda lampiño de serlo, pero que se comportan como verdaderos orangutanes.

Es sólo que cuando uno no tiene estos periodos vacacionales que llegan con las fiestas, siente que hay una parte de la vida que se está perdiendo. Así que todavía no sé si estará de huelga de brazos caídos o me dedicaré a la producción de contenidos noticiosos como si fuera un autómata.

Por lo pronto, los que estén a horas de sus vacaciones, disfruten. Sepan que hay alguien que les tiene envidia. Deportiva, pero envidia al fin y al cabo.

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