Aunque se quiera ignorar al presidente de la república y su gobierno, esto resulta difícil e improcedente porque generalmente dan de qué hablar y son la autoridad en turno a la que debe cuestionársele su actuar. Lo más reciente tiene su origen ayer miércoles en que se conmemoraba el Día de la Fuerza Aérea Mexicana. Para ello se decidió el traslado, en avión y la misma ciudad, del presidente y sus invitados, entre ellos gobernadores, a la base militar Santa Lucía.
En el lugar se presumió la obra aeroportuaria que supuestamente se está llevando a cabo cuando lo que hay son algunas pistas. Esto es, se carece de instalaciones de tráfico aéreo y de servicios a los pasajeros.
Lo anterior propició la burla en redes sociales al grado de llamar al próximo aeropuerto una “central avionera” en referencia a las centrales camioneras. También se habló de que la precariedad de las obras facilitarían la colocación de un puesto ambulante de calcetines.
En fin, esto de inaugurar obras sin terminar y cortar el listón era propio del PRI y lo fue del PAN. El tema es que el presidente y su gobierno han insistido en que son harina de otro costal. Pero los hechos están a la vista y no hay manera para dejar de hablar de ellos.
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