Esta semana tiene lugar una de las conmemoraciones que nos llevan a nuestra realidad más elementales como especie humana, es decir, la clasificación de hombres y mujeres de los cuales estas últimas tienen más que perder. El Día Internacional de la Mujer nos trae a la mente el grado de participación del sexo femenino en la sociedad y su nivel de desarrollo como persona, de cara al sexo masculino.
Así, podemos decir en primer lugar que la mujer no está ampliamente representada en los campos de la ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y diseño, lo impide el desarrollo de innovaciones sensibles al género.
En segundo lugar, si trabaja, sigue teniendo un 25 por ciento menos de salario que los hombres y una mayor posibilidad de ser pobre y llegar a la vejez sin una pensión decente. Asimismo, de desempeñarse particularmente en la economía informal, el comercio y los servicios, o en industrias como la textil y en las maquiladoras. Pero hay otros pendientes que no se quieren ver: la desigualdad en el acceso a la educación y a la salud, roles sociales asignados (cónyuge, madre, administradora del hogar, mujer por encima de todo -bella, en buen estado físico y elegante-), violencia física, sexual y sicológica dentro y fuera del hogar.
Lo que hace falta es un cambio cultural para celebrar, así como la aplicación de leyes y reglamentos que garanticen el desempeño de la mujer y supervivencia. Diría Ban Ki-Moon, ex secretario de la ONU que «La igualdad hacia la mujer es progreso de todos».