Los adolescentes que crecieron en familias pobres y disfuncionales experimentan cambios en la actividad genética que afectan al área del cerebro conocida como la amígdala lo que se asocia con una mayor probabilidad de aparición de los síntomas de la depresión clínica, así lo señalan biólogos de la Universidad de Duke.
En el estudio participaron 132 adolescentes pertenecientes a la raza caucásica de edades comprendidas entre los 11 y 15 años. Los niños crecieron en familias con diferentes niveles de ingresos, tanto bajos como altos, en la mitad de las cuales se habían dado casos de depresión, uno de los mayores factores de riesgo para sufrir este síndrome en el futuro, según los científicos.
En su trabajo anterior, los neurocientíficos demostraron que escanear la amígdala -el área del cerebro responsable de la respuesta del cuerpo a las amenazas- con la ayuda de una resonancia magnética funcional permite predecir quién tiene más probabilidades de experimentar depresión como respuesta al estrés unos años más tarde. El nuevo estudio, por su parte, demostró que la alta actividad de las mismas áreas del cerebro en las personas de familias pobres con casos de depresión en el historial médico contribuye al desarrollo de trastornos psíquicos.
La manera en que la amígdala reacciona a las amenazas es determinada en gran medida por el trabajo del gen SLC6A4, que ayuda a controlar el nivel de serotonina, un neurotransmisor que juega un papel clave en el desarrollo de la depresión clínica. Los investigadores llegaron a la conclusión de que las personas que viven en situación de pobreza sufren un aumento del número de compuestos que se unen al ADN cerca del SLC6A4 y reducen la actividad de este último.