A raíz del mundial de fútbol, ha salido a la luz la forma en la que los musulmanes, incluidos los de Qatar, tratan a las mujeres. Para empezar, están sometidas a la tutela masculina lo que indica que, si quieren estudiar, trabajar, casarse o viajar deben tener el permiso de su padre, esposo o hermano.
No existen leyes contra la violencia doméstica ni formas de proteger a las víctimas por lo que pueden ser forzadas a regresar a sus hogares si han sido agredidas. Por otro lado, se les niega la posibilidad de desempeñarse como tutoras principales de sus hijos e hijas, aunque estén divorciadas y tengan la custodia legal. No tienen autoridad para tomar decisiones independientes respecto de los documentos, finanzas, viajes de sus hijos y a veces ni siquiera de su escolaridad y tratamiento médico.
También deben solicitar autorización para acceder a tratamientos de salud reproductiva, la maternidad y controles ginecológicos básicos como el Papanicolau y no pueden negarse a tener relaciones sexuales excepto por razones que se consideren «legítimas». Todas las mujeres cubren su cabello con la «shayla» y visten su cuerpo con un vestido negro llamado «abayha»; igualmente algunas mujeres usan el niqab, que solo deja al descubierto sus ojos. En caso de ser descubiertas violando las leyes, son castigadas con latigazos.
Cuando se trata de herencias, las mujeres reciben la mitad que los hijos. Y así la lista de prohibiciones continúa. En otras palabras, las mujeres no tienen derecho a tomar decisiones sobre sus vidas. A hablar por ellas mismas.
