Neurólogos descubren cómo el cerebro se engaña a sí mismo para aliviar el dolor

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Las personas que toman una pastilla de azúcar pensando que es un calmante pueden disminuir su sensación del dolor. Este engaño del cerebro se denomina efecto placebo y, aunque es de sobra conocido por todos, los mecanismos biológicos que lo explican siguen siendo un misterio para los científicos. Ahora, un equipo de neurólogos ha identificado unos nuevos circuitos cerebrales en ratones que podrían ayudar a explicar por qué los placebos tienen estas sorprendentes propiedades. En algunas ocasiones la sola idea de que vamos a reducir el dolor puede hacernos sentir alivio aunque no hayamos tomado ningún medicamento. A esto se le llama analgesia por placebo y es una demostración de cómo mente y cuerpo están conectados.

Anteriores estudios han demostrado que el alivio del dolor que se consigue con los placebos está asociado a la actividad en el tronco encefálico y en una región del cerebro denominada córtex cingulado anterior (Foto: Especial).

“Nuestro cerebro, por sí solo, es capaz de solucionar el problema del dolor basándose en la expectativa de que un medicamento o tratamiento pueda funcionar”, afirma Grégory Scherrer, neurobiólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y coautor del estudio.

Anteriores estudios han demostrado que el alivio del dolor que se consigue con los placebos está asociado a la actividad en el tronco encefálico y en una región del cerebro denominada córtex cingulado anterior, asociada al procesamiento del dolor. Para entender cómo sucede esto, el equipo de investigadores desarrolló un experimento para crear en ratones una expectativa de alivio del dolor similar a la del placebo.

El equipo construyó una jaula para ratones con dos estancias, una de ellas con un suelo templado y la otra con un suelo caliente que provocaba sensación de malestar. Al cabo de tres días, los ratones empleados en el estudio aprendieron a asociar la primera cámara con el alivio del dolor.
Foto: Las experiencias extracorporales no tienen nada que ver con la mística ni la espiritualidad.

A continuación, los investigadores inyectaron en el cerebro de los roedores una molécula que hace que las neuronas activas brillen cuando se observan al microscopio. Y volvieron a colocar a los ratones en la jaula, pero esta vez subieron la temperatura del lado templado para que fuera igual de caliente y molesto que el otro. Los investigadores descubrieron que los ratones que fueron previamente condicionados seguían mostrando menos comportamientos relacionados con el dolor, como lamerse las patas, cuando pisaban el suelo que antes estaba más frío. Además, observaron una mayor actividad en las neuronas del córtex cingulado en comparación con otros ratones que no estaban condicionados a asociar la cámara tibia con el alivio del dolor.

Las herramientas de imagen en vivo mostraron unos grupos de neuronas que estaban activas durante el experimento con el placebo. Uno de estos grupos se encontraba en el núcleo pontino, una zona del tronco encefálico que conecta la corteza cerebral con el cerebelo y que hasta ahora no se había relacionado con el dolor. Para comprobar por qué sucedía esto, el equipo utilizó una técnica llamada optogenética que se basa en el uso de canales sensibles a la luz, llamados opsinas, para la activación o inhibición de neuronas. Con ella activaron la vía neuronal recién descubierta en otro grupo de ratones colocados sobre un suelo caliente. Los investigadores descubrieron que de media, estos animales esperaron tres veces más antes de lamerse las patas que los que no tenían el circuito activado, lo que sugiere que su sensación de dolor era menor.

El equipo reconoce que aunque esta prueba demuestra que el efecto placebo es real en ratones, la experiencia en humanos es mucho más compleja. Sin embargo, siguen creyendo que estos hallazgos se trasladarán perfectamente a las personas porque los roedores y los humanos tienen vías del dolor muy similares. “Si tenemos fármacos que activen el efecto placebo, tendremos una estrategia maravillosa para el tratamiento del dolor”, dice Scherrer, que argumenta que estos hallazgos podrían conducir a nuevas formas de tratar el dolor. “Podríamos tener un tipo de fármaco completamente novedoso”.

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