Un tema que salió a la luz en el arranque de esta semana tiene que ver con la detención a principios de mes de siete niños que fungían como sicarios en el estado de Sinaloa. El delegado de la FGR en esa entidad, Francisco Sergio Méndez, preguntó que dónde estaban los padres frente a un hecho como este y señaló que si bien los menores recibirán castigo los padres también son responsables porque no vigilan a sus hijos como corresponde.
No obstante, sobre este hecho también pudiéramos preguntarnos ¿qué hace que un niño forme parte de la delincuencia organizada? Y la respuesta tiene que ver con la violencia y actividad del crimen organizado en el entorno, la pobreza y búsqueda de alternativas para subsistir, la exaltación de la cultura criminal, que los delincuentes ofrecen sentido de pertenencia e identidad a los pequeños, la falta de acceso a una educación de calidad y la deserción escolar y que se recluta bajo amenazas directas o manipulaciones psicológicas.
Y hay que saber que los niños en el crimen organizado quedan expuestos a experiencias traumáticas, que con el tiempo pueden ser forzados a participar en actividades más peligrosas o graves, que en un futuro no puedan reintegrarse a la sociedad y que se les niega el acceso a mejores oportunidades de vida.
Las organizaciones no gubernamentales, como Red por los Derechos de la Infancia en México, estimó entre 30 y 40 mil el número total de niños, niñas y adolescentes reclutados por el crimen organizado. Y de enero a agosto de 2023 se contabilizaron 605 homicidios dolosos de niñas, niños y adolescentes en el país.
Nuestros niños tendrían que pasarla entre la escuela, actividades deportivas y recreativas. El crimen organizado los prefiere porque son más fáciles de manejar y adoctrinar y las actividades delictivas que llevan a cabo no tienen el mismo nivel de escrutinio que un adulto.