Eficiencia y comodidad

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Los cráteres o baches en las vialidades urbanas y municipales son cosa de todos los días. Todos conocemos un bache al que hemos visto evolucionar desde que era chiquito, de unos 10 o 15 centímetros de diámetro, y que con una mezcla de molestia y desazón ahora lo vemos con su metro y medio de largo y un metro de ancho, por 30 o 50 centímetros de profundidad. O bien, calles enteras bien pavimentadas que se fueron deteriorando con el paso de los años y el descuido acumulado por trienios —o sexenios— ahora son por completo una terracería llena de agujeros.

Pero lo verdaderamente gacho son las vialidades de cuota que tienen hoyos por aquí y por allá. Es gacho porque se paga una contraprestación por un servicio y la empresa concesionaria recibe todos los días miles y miles de pesos sin que ponga en marcha trabajos de mantenimiento, no para remediar los baches, sino para tener la superficie de rodamiento en perfecto estado.

Cuando uno paga por un servicio, espera que este sea de calidad. Si, como en este caso, hablamos de carreteras de cuota, lo menos que se puede exigir es que la vialidad sea segura, eficiente y cómoda para los usuarios. Que haya carriles amplios, pavimentos en buen estado, curvas y pendientes suaves, señalización clara, sistemas de pago ágiles y medidas de seguridad efectivas. Una superficie lisa, sin grietas y mucho menos baches.

Y lo que uno encuentra es otra cosa. 

Y esa otra cosa son carreteras de cuota peligrosas. No me refiero a los asaltos y robos de cada día en carreteras como las autopistas de cuota México-Querétaro o   México-Puebla o México-Pachuca o en el Arco Norte. O riesgos permanentes por los carriles angostos y acotamientos mínimos, como en la autopista Chamapa-La Venta o el Circuito Exterior Mexiquense. Tampoco a los peligrosos retornos en la autopista Toluca-Atlacomulco o a las cunetas con pendientes pronunciadas en la México-Pirámides. Me refiero a los baches.

La temporada de lluvias y el descuido permanente —opuesto al mantenimiento constante— ha hecho que en la mayoría de las autopistas de cuota estén lejos del ideal de una superficie lisa y llana.

Ahí está la autopista estatal Toluca-Atlacomulco en donde los baches de todos tamaños se han multiplicado al grado de que esta carretera de cuota ya está muy cerca de la condición de la vía libre en donde la tasa de baches por kilometro longitudinal es altísima. La desidia de la concesionaria es evidente y hace suponer que su rentabilidad debe ser muy elevada.

Y de eficiencia, no hablar: la cantidad de carriles abiertos habitualmente para pagar el peaje es insuficiente para el flujo de automotores, lo que también se ha vuelto un común denominador en las autopistas de cuota del estado y del país. Las de aquí, las que atraviesan territorio mexiquense, tienen de todo, menos seguridad, eficiencia y comodidad.

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