Será que soy un sentimental, pero el Paseo Tollocan es Toluca. Para mí es más Toluca que el Cosmovitral.
Aunque ha perdido parte de la belleza que lo hizo una obra arquitectónica icónica de Pedro Ramírez Vázquez, recuerdo como con mis ojos de niño veía con asombro los carteles que parecían de papel picado sostenidos por palomas que anunciaban que estábamos en el Paseo Tolocan, en el paseo de Toluca.
Más allá estaban las fuentes de las que brotaban los que se me antojaban inmensos chorros de agua, algunos de ellos rodeados de las esculturas en tezontle con forma de rehiletes, y también figuras de caballos y sirenas o tlanchanas, obra de la escultora Ángela Gurría, en la Fuente del Sol. De hecho, el conjunto escultórico tiene nombre: se llama “Juguetes populares y sirenas”.
Y a unos pasos, está el bosque completo que el ambientalista Juan Siles transplantó desde Chalco, hace 45 años.
Paseo Tollocan no es sólo una vialidad. Es un gran jardín de grandes proporciones. Incluso, una barrera ambiental frente a las emisiones contaminantes de la industria asentada en la zona desde la década de los sesentas, porque el arbolado se sembró precisamente con esa intención.
Paseo Tollocan es también una referencia. Es un punto de encuentro, porque todavía se puede ver a familias que se instalan en un fin de semana en el camellón para celebrar un pic-nic. Es un espacio deportivo, puesto que hay gente que hace ejercicio en medio del arbolado. Paseo Tollocan es también una de las primeras ciclovías del país, cuando todavía era pecado ser un pueblo bicicletero.
Paseo Tollocan es parte sustantiva de la identidad de Toluca y sus alrededores.
Por eso la negativa a la tala de árboles ha ganado adeptos. Atención: el tema son los árboles. El tunel se puede construir, hay técnicas para hacerlo, respetando la integridad del Paseo Tollocan.