Las versiones de traiciones al interior del PRI del estado de México crecen en la misma medida en que se acorta el plazo para que termine la administración de Eruviel Ávila Villegas.
El cambio en la dirigencia estatal del PRI, cuya principal razón es la elección de 2018, ha reforzado esta especie.
Aunque hay dos temas de fondo en esta idea creciente. Una, la victoria de Alfredo del Mazo fundada en los resultados de los distritos electorales del valle de Toluca.
La segunda, el hecho, incontrovertible, de que la clase política del valle de Toluca y norte del estado de México, nunca se sintió a gusto con las formas y el estilo del gobernador Eruviel Ávila. Nunca lo sintieron suyo… Pero el propio gobernador y sus colaboradores cercanos tampoco hicieron demasiado por acercarse a la jerarquía burocrática, administrativa y, por ende, política, que durante 70 años —desde que terminó el sexenio del coronel Wenceslao Labra y el sureño Alfredo Zárate— controló el Poder Ejecutivo del gobierno del estado.
Ambos factores se conjugan en una idea de reivindicación de los políticos locales, los que se sintieron desplazados, los que durante medio sexenio insistieron en que Ávila Villegas no terminaría el sexenio. Los que creen que regresarán a lo que suponen que era suyo. Los que, filias y fobias de por medio, no dudan en acusar de traición.
Los que creen que saben cómo hacerlo.