A la cargada

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La cargada. El Diccionario Brevísimo de Simbolismos y Neologismos Políticos Usuales en México del Licenciado Dagoberto Moliner Tejera y Cirlot la define como una congregación de zalameros, sobre todo en el ámbito político, que se reúne de forma espontánea para subirse al carro de un personaje que tiene el poder o las mejores posibilidades de conseguirlo. Ejemplo: “Apenas se supo que perengana de tal era la candidata, todos se fueron a la cargada”.

La cargada es un fenómeno político muy mexicano. Que de acuerdo con mencionado diccionario —en vías de publicación, suspendido por la pobreza franciscana que sorprendió al desaparecido Centro de Investigación y Análisis de la Planeación para el Desarrollo— es junto con “el destape”, “el dedazo”, “el tapado”, “el ratón loco” y otros prodigios, usos y costumbres, el mismísimo a-de-ene de la vida pública nacional. No más, pero tampoco menos.

La cargada se materializa entre tamboras, banderas, mantas, porras y cartulinas en favor del candidato o candidata. El apoyo incondicional se ve y se siente. Las adhesiones de los sectores y organizaciones llegan en masa. Incluso con cierta dosis de oportunismo, que siempre se perdona porque aquella o aquel que han sido ungidos se revisten de no sé qué aura de simpatía instantánea y les aparecen —como por arte de magia— toda clase de cualidades.

La cosa es que acá, por esta entidad de la república mexicana llamada Estado Libre y Soberano de México, la cargada se anda haciendo la remilgosa. El arriba firmante ignora si se trata de una de esas consecuencias que se le pueden achacar a la pandemia de Covid-19 (que últimamente tiene la culpa de todo y de lo no, también), o si es harina de otro costal.

El caso es que no se aparece. Lo señalo con algún grado de preocupación, porque pareciera que nuestras tradiciones políticas de más rancio abolengo se están perdiendo. ¿Luego qué sigue? ¿Adónde quedará el reparto de despensas o la “operación tamal”? ¡No hay que ser!

En este caso, llamo a la reflexión a los partidarios de Morena. No he visto las espontáneas muestras de apoyo a la maestra Delfina. Los veo muy tiquismiquis. Es más, como si en el fondo no les hubiera gustado la decisión de las mayorías. Como si quisieran que la cosa sí fuera por Texcoco, pero por otros rumbos.

Es una impresión muy personal del arriba firmante. Ya destapada la corcholata, e incluso desde endenantes, es elemental que las fuerzas vivas hagan su aparición en favor de la entronizada o entronizado. A menos, claro está, que no le tengan confianza. Y tampoco a las encuestas.

Pero eso es cosa de los partidarios de la cuatro té. El arriba firmante nomás se acordó de la cargada. Ya tendremos oportunidad, en otro partido o alianza, de disfrutar el momento: las sonrisas, el besamanos, las porras, la melosa caravana, etcétera, etcétera…

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