Qué denigrante es escuchar a un profesor reconocer y justificar sus frases y actos de acoso a jovencitas preparatorianas. En primer lugar porque se esperaría que en su condición de maestro se dedicara a cumplir con el proceso de enseñanza-aprendizaje más que a observar lascivamente a sus alumnas que le otorgan confianza y respeto por el solo hecho de ser impartidor de conocimientos.
En segundo lugar porque en la condición de hombre sea incapaz de contener sus deseos sexuales y se atreva a ejercer poder y control sobre jovencitas que están en su derecho de vestirse y actuar como les resulte más cómodo.
En tercer lugar debido a que se atreva a alegar provocaciones de las alumnas, menores de edad en gran parte, como si no estuviera consciente de edad, pensamiento e intenciones.
El acosador tiene que ser denunciado a las autoridades educativas, como ya se hizo en la Prepa 1, pero también debe recibir sanción jurídica desde el Código Penal Federal en su artículo 259 Bis.
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