Y nos alargaron la agonía.
La buena noticia de que la Reserva Federal de los Estados Unidos —el banco central de los gringos— decidió no subir sus tasas de interés este miércoles es la mala noticia de que podría subirlas el próximo mes de diciembre.
Es decir, seguirá la incertidumbre que significará que el dólar se mantendrá caro y el peso se va a devaluar todavía más.
Si la Fed —como le dicen los que saben a la Reserva Federal estadunidense— se hubiera pronunciado de manera definitiva, ya sabríamos a que atenernos. Para bien o para mail. Pero el banco central estadunidense sigue «deshojando la margarita» llevándose entre las patas cualquier esbozo de certeza para nuestra moneda, nuestras finanzas y nuestra economía.
Lo de siempre: a Estados Unidos le da un resfriado y a México le caé —acento toluco, que hace mucho no aparecía en esta columna— una neumonía.
Por si eso fuera poco, las finanzas públicas en México seguirán la línea de fondos secos que se han mantenido durante los últimos cuatro años. Abrir la cartera permitiría un ciclo positivo de flujo económico, pero el gobierno mexicano prefiere hacer lo contrario: recortar programas y buscar el superávit fiscal como meta superior. Y sin ser un tema económico, el alto costo de la corrupción que incide en la confianza de los inversionistas y hasta en el crecimiento económico —aunque no pueda medirse—.
Agonizantes. Y sin que parezca que haya un plan para detener esta caída libre.