Alcohol: copiloto destacado del Valle de Toluca

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Por: Adrián Alcántara /Andrea Esquitín/Jennifer Ayón/José Luis Aceves/Wendy Gutiérrez

Baja el frío de la madrugada del viernes 31 de marzo del año 2017. La avenida Reforma está en silencio, salvo por algunos autos que suenan a lo lejos. Se deslizan con suavidad por las calles de la Ciudad de México, procurando llegar a casa sin el menor problema. Pero un motor irrumpe con la calma. Bajando de las Lomas Chapultepec con dirección hacia el centro de la ciudad, un BMW color blanco, con cinco personas dentro, está casi llegando a los 200km/hr. Las cámaras de la avenida captan apenas una bala nívea cruzar por la toma, con aparente control; pero el volante del conductor titubea un poco, a pesar de que el pie no se ha retirado del acelerador. Pronto, el auto deportivo pierde el control y va a estamparse con un poste de luz. El impacto es de lo más inesperado: no se dañó la carrocería, ni se destruyó el cofre, ni se averió la máquina: el vehículo se partió a la mitad. Poco después aparece la policía en la escena para descubrir que cuatro personas ya habían fallecido, y que el conductor, todavía en estado de ebriedad a pesar del percance, había sobrevivido, casi ileso.

Foto: Así Sucede

En el Valle de Toluca cada vez se extiende más lo que podría ser considerado como un problema social latente desde el siglo pasado: el conducir en estado de ebriedad. Cada fin de semana los jóvenes sacan el coche de casa para llevar a sus amigos a los clubes nocturnos; lugares, que, más allá de ser un centro de entretenimiento, dadas las condiciones que manejan, propician el consumo desmesurado del alcohol. Poco a poco se va formando la cultura alcohólica de antro, en la que los jóvenes salen del establecimiento, revisan en las redes sociales cuál es el alcoholímetro que tienen que evitar, y arrancan su automóvil con toda naturalidad.

Y es que, según el INEGI, en Toluca de Lerdo y en sus alrededores cada año se reportan 2,135 accidentes al año desde hace cinco años, esto es, casi 6 accidentes automovilísticos al día, de los cuales uno de cada tres reportan aliento alcohólico en el conductor.

El Artículo 106 bis. del Reglamento de Tránsito del Estado de México, indica que “Ninguna persona puede conducir vehículos por la vía pública si tiene una cantidad de alcohol en la sangre superior a 0.8 gramos por litro, o de alcohol en aire espirado superior a 0.4 miligramos por litro, o bajo el influjo de enervantes, estupefacientes o sustancias psicotrópicas o tóxicas”. Aquí conviene apuntar que 0.4 miligramos por litro equivalen a una cerveza o una copa de vino.

Sin embargo, más allá de los datos duros, ¿qué es lo que pasa con las personas? ¿Qué los orilla a tomar una decisión tan crítica, tan riesgosa, y que puede generar consecuencias trascendentales en su entorno? ¿Cuántas personas son conscientes de que ser esa una persona de cada tres que se accidentan a causa del alcohol es una cosa de segundos, de pisar de más el acelerador, o de mirar el teléfono un instante?

“Era 17 de diciembre, eran como las 3 de la mañana. Iba sobre Colón”. Hizo una breve pausa cabizbajo, como si él recordara perfectamente bien la historia, pero quisiera con todas sus fuerzas no hacerlo. “Iba a hacia la casa de Sergio. Entonces haz de cuenta que… pues iba un poco rápido. Iba demasiado rápido. Entonces pues ya yo estaba…” Hizo otra pausa de repente, luego se volvió a acomodar en una silla con el ceño fruncido.  “Imagínate, aunado al alcohol, el celular. Fue peor. Yo iba marcándole por teléfono, marque y marque y marque por teléfono y no me contestaba, y pues ya iba demasiado rápido porque pues sí quería llegar y también pues estaba encabronado. Pero todo eso…” frunció los labios sutilmente, “pues sí se suscita porque iba un poquito tomado.  Entonces, después de eso ya cuando…  como la tercera vez que ya tomé mi teléfono mi celular para marcar, me distraje demasiado”.

“Eduardo” no manejaba un BMW, no estaba en Reforma y afortunadamente no se le culpa de ninguna muerte, pero aquel 17 de diciembre de 2015, la importante avenida Paseo Colón fue testigo de una de las experiencias. que más han marcado su vida: un accidente automovilístico que dejo su auto completamente inservible y le causó lesiones en la columna. Y sí, todo a causa del abuso en el consumo de alcohol.

Al preguntarle al doctor David Martínez acerca de los efectos del alcohol en el cuerpo humano, respondió que este produce una vasodilatación y una disminución de la presión arterial, que desencadenan en mareos, dolores de cabeza y confusión temporal.

Cuando un conductor está alcoholizado, es mucho más probable que pierda la concentración en el manejo. Al momento de conducir, aun estando sobrios, existe la susceptibilidad ante las distracciones; sea con algún anuncio, con el teléfono celular, etc. Esto significa que, si se agrega el estado de ebriedad al momento de manejar, cualquier cosa, cualquier detalle, es una distracción mortal en potencia.

“Bueno, en realidad, una distracción como todas, en todo momento y… me distraigo para volver a marcar, y pues entre el abuso del alcohol, la velocidad y demás, ya no alcancé…  Haz de cuenta que yo pasé El Ranchito. Pasé así rápido y entre lo que es ¿qué es? La calle Francisco Murguía, El Ranchito y Carranza, me distraje así demasiado. Saqué mi celular, pero pues yo venía acelerándole. Entonces, ya después de eso, ya me distraje, le estaba así como hablando, marcando, y cuando levanté así la mirada pues ya me percato que ya estaba la glorieta ahí. Obviamente traté de esquivarla, pero por la velocidad a la que iba, ya no pude esquivarla…”

Aquí, el entrevistado se detuvo de nuevo. En su mirada se asoma la inquietud, la ansiedad, el arrepentimiento. Por su cabeza se atraviesan cientos de hubieras ¿Qué hubiera pasado si hubiera medido su consumo, si hubiera pedido un taxi.

¿Qué crees tú que hubiera sucedido en condiciones óptimas? O sea, que tú fueras como en tus 5 sentidos y demás, ¿hubieras podido hacer algo?

“En primera, no hubiese manejado tan rápido, porque de por sí no manejo tan rápido. Eso me pongo a pensar en ese aspecto y efectivamente, empezando por ese punto… La situación es que sí, trabajas de diferente manera cuando vas ebrio a cuando vas normal. En situaciones óptimas, de todos modos, hubiese utilizado el teléfono; la diferencia hubiese sido en la velocidad. O sea, pudiese haber ido a 60…”

En ese momento se pudo apreciar la tristeza en su frente fruncida y en su mirada baja. Evidentemente es muy difícil para él volver a ese instante, sin la capacidad para cambiar nada.

El doctor Martínez explica que al beber alcohol en grandes cantidades se disminuyen los reflejos neuromusculares y se propicia una desinhibición que no es natural en el carácter ordinario, lo que también impide que una persona pueda tomar decisiones. Entonces, aquí tenemos la razón por la cual las personas se comportan de esta manera en estado de ebriedad.

De igual manera, el médico afirma que el tomar la decisión de manejar después de beber cantidades considerables de alcohol es una irresponsabilidad muy grande porque, como disminuye los reflejos y genera desinhibición, a lo mejor uno se atreve a hacer cosas que no debería hacer. “Por ejemplo”, cuenta, “se les hace fácil acelerarle más o agarrar las curvas más deprisa”. Incluso a veces piensan que están bien, que no están tan tomados, aunque la realidad sea que sí. “Es una irresponsabilidad muy grande para ellos y para los que los acompañan”, asegura.

Sin embargo, contra todo lo declarado por la ciencia, lo que los testimonios indican no permite que el hecho de manejar alcoholizado se pueda catalogar tal cual como una decisión, sino sólo como una acción concreta, sin premeditación.

“Es que en realidad nadie piensa cuando está alcoholizado. En mi caso, yo sí pienso en el daño que puedes ocasionarte a ti, pero aún así lo sigues haciendo… No, en realidad no piensas; lo que tú piensas es en la carga sentimental o personal o anímica qué traes en el momento. Eso es lo que piensas: si la fiesta está al 100% y te vas a mover a otro lado, eso es lo que pasa; tienes esa energía digamos de esa fiesta.  O sea, no hay bronca, ‘yo me voy, yo me quiero ir’, entonces más que nada es enfocado. O sea, cuando traes alcohol, los sentimientos trabajan, yo siento que trabajan al triple de lo que trabajan en una persona en su estado normal. Es como si tuvieras tú una enfermedad psicológica; se duplica por algo, o sea si tienes depresión y te pasa algo así, aunque sea lo más mínimo, te caíste, tu depresión se vuelve triple. Si tienes una euforia súper grande así de ‘¡No mames!’ y ¡puta!, ya te dicen ‘vámonos a otro lado a seguir bebiendo’, tú agarras y dices ‘sí güey’, no importa y te vale madres”.

“Jaime”, otro testigo, reafirma que no es cuestión de decidir, sino de actuar: “No fue como que tomara la decisión de ‘oye, brother, voy a manejar en estado de ebriedad hoy, pues no” comenta. “Simplemente vas a la fiesta y ahí es donde te pones bien borracho y dices ya me voy. Porque luego no hay compitas que puedan manejar tampoco, está tu coche solo y dices ‘no, ni modo que me quede aquí’”.

Aquí conviene plantear la siguiente pregunta: ¿Estamos frente a un problema de evasión de responsabilidad? Desde el momento en el que el conductor designado comienza a consumir bebidas alcohólicas, hasta no hacerse responsables de las consecuencias de sus actos, ¿puede afirmarse que está evadiendo una responsabilidad? Como muchas personas tienen suerte y, a pesar de manejar en estado de ebriedad, llegan a sus casas sin ningún percance, manejar alcoholizado es una costumbre que cada vez se arraiga más y más a la cultura de la cotidianidad del ciudadano toluqueño. Aunque, de todos modos, es claro que los accidentes están latentes en cada uno de esos viajes.

De acuerdo al Artículo 106 ter. (1), “todos los conductores de vehículos a quienes se les encuentre cometiendo actos que violen las disposiciones del presente Reglamento y muestren síntomas de que conducen en estado de ebriedad o bajo los efectos de enervantes, estupefacientes o sustancias psicotrópicas o tóxicas serán presentados ante el oficial calificador del municipio que compete o al ministerio público, cuando el hecho sea constitutivo de delito, según corresponda”.

Sin embargo, a pesar del reglamento sigue presente la cultura de la impunidad, y a veces por no seguir el protocolo, por enterarse mediante las redes que hay alcoholímetro en determinadas calles, por tener contactos influyentes o por tener dinero suficiente para una mordida, se pierden las vidas de los propios inculpados y de los inocentes.

“Yo llevaba el coche, iba con una amiga, iba un poco tarde ya. Yo pensé que no me iban a hacer soplar, pero aparentemente yo creo que olieron algo raro y tuve que soplar a la maquinita. Salió que estaba un poco por encima del nivel permitido, y procedieron a recluirme y ahí pues ya… Nos tuvieron mucho tiempo en la patrulla esperando que cayeran más personas, y luego ya nos llevaron al Torito. El Torito es un lugar que está ahí en el DF que es a donde llevan a los borrachos o a los que llevan por faltas administrativas. Y allá afuera hay muchísimos coyotes, y ahí fue donde, antes de cruzar la puerta ya me habían ofrecido que por una cantidad de dinero que me sacaban. Entonces pues aproveché la oportunidad y estuve nada más como media hora ahí adentro” comenta “Raúl”, el tercer testigo, quien logró evadir la sentencia dictaminada por la ley y que corresponde a un mínimo de 12 horas en El Torito.

Artículo 106 ter. (2) Todos los conductores de vehículos están obligados a someterse a las pruebas para la detección del grado de intoxicación por el médico adscrito a la oficialía calificadora del municipio que corresponda. Los agentes pueden detener la marcha de un vehículo cuando la Secretaría de Seguridad Ciudadana o los ayuntamientos establezcan y lleven a cabo operativos o programas de control y preventivos de ingestión de alcohol u otras substancias tóxicas para los conductores de vehículos.

¿Qué papel toman las autoridades para contrarrestar los efectos de una sociedad que busca evadir esta realidad? Al respecto, existe el PNA (Programa Nacional de Alcoholimetría) y La Acción Estratégica de Alcoholimetría, las cuales tienen como objetivo contribuir a la disminución de esta práctica, mediante acciones preventivas, de la ocurrencia y gravedad de lesiones de tránsito, como consecuencia de la conducción bajo los efectos del alcohol. Sin embargo, la ciudadanía ha encontrado fallas importantes en esta implementación.

Ante la pregunta ¿Qué opinas sobre el Programa Alcoholímetro? las respuestas coinciden en una misma premisa: es útil, pero podría mejorar considerablemente, en especial en cuanto a sus locaciones concierne.

Doctor: Es bueno, pero tiene muchas fallas. Por decir, hay chavos que se dicen dónde están, en qué calles evitarlos, porque siempre están en los mismos lugares; entonces creo que estaría bueno que se variara, que estuvieran en diferentes calles.

“Paulo”: Yo creo que está bien. El detalle es que abusan, porque también ponen los alcoholímetros afuera de bares, afuera de la ruta que es, no sé. Por así decirlo, aquí en Metepec, anteriormente lo ponían por donde estaba la Chopería y todo eso, ahora lo ponen por donde está Pepe el Toro, y todo ese show.  La gente ve que están cerca de los lugares y dice, “¿Sabes qué?, mejor me espero en el bar, sigo tomando, y hasta que se van es cuando salgo”. Y salen peor que como pudieron haber salido a la una o dos de la mañana, ¿no? Y si ves el alcoholímetro sabes que se va a ir entre tres o cuatro de la mañana, “le sigo chupando” y ya cuando se van, es peor porque provocan un accidente.

Por otra parte, ¿cómo evitar que las personas condujeran alcoholizadas? El doctor Martínez afirma que “evitarlo es muy difícil, pues se han hecho muchas campañas. Está el programa Alcoholímetro, pero creo que lo que sería bueno sería que los bares que hicieran una prueba de alcoholímetro al que va a conducir cuando les entreguen el carro el valet parking, porque, aunque esté el programa, sigue existiendo un alto índice de accidentes por el uso de alcohol y el volante”.

A dos meses de aquel trágico accidente en Paseo de la Reforma, el conductor, Carlos Salomón Villuendas Adame, quien chocó su auto BMW Serie 6 contra un poste matando a cuatro de sus amigos, sigue reservándose su derecho a declarar ante el Ministerio Público de la Coordinación Territorial Cuauhtémoc 5. Es decir,

Es claro que el alcoholismo y la evasión de responsabilidades, juntos, han desencadenado problemas que rebasan a aquellas personas culpables, dado que mucha gente inocente ha perdido la vida o ha resultado afectada de accidentes causados por conductores alcoholizados. La irresponsabilidad de manejar en estado de ebriedad es un círculo vicioso en el que la cultura de la impunidad se manifiesta, pues es la que siempre gobierna de forma latente en México. ¿Por qué? Porque es más sencillo y más barato evitar los reglamentos, las leyes y, sobre todo, los programas que no son sólo diseñados para un bien propio y de terceros, sino que además se aprovechan de ello en donde es mejor pedir y dar una mordida, para así salirse por la lateral sabiendo que quizá el camino que se recorrerá no será el más seguro.

Lamentablemente ha quedado claro que el problema de la falta de eficiencia del Programa Nacional de Alcoholimetría, a pesar de atribuirse a las autoridades, también se suscita por la complicidad ante la evasión de responsabilidades por parte de los ciudadanos, quienes proveen a sus círculos sociales de elementos para brincarse el alcoholímetro, por citar una de las tácticas de evasión.

¿Qué se puede hacer al respecto? La única y absoluta solución total al problema de alcoholismo al volante, es lograr que los ciudadanos se vuelvan conscientes y responsables de las consecuencias de sus actos, no solo hacia su persona, sino también hacia terceros que pudieran resultar afectados. Por ejemplo, el buscar el medio de transporte que los va a llevar a casa si están dispuestos a consumir alcohol, no importa que sea poco. Quizá también sea necesario rediseñar los programas de prevención o hacerlos aún más persuasivos, para así ir evitando poco a poco estos accidentes, estas tragedias que se ven cada vez más.

Se tiene que hacer un análisis profundo de cuáles son las causalidades, y quiénes son realmente los culpables para así llegar a una solución. No es seguro que esto funcione de manera inmediata, pero lo que sí es necesario, es crear conciencia de lo que sucede cuando se lleva el alcohol a la carretera, pues nadie está exento de cruzar su camino con alguien que decidió manejar con el alcohol como copiloto.

 

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