Seguramente has visto una casa de campaña instalada debajo del puente vehicular de Paseo Tollocan y Laguna de Chapala. Desde hace algunos meses esa es la casa de Brandon, un joven de 23 años de edad, originario de Zitácuaro, Michoacán, que padece de epilepsia.
Brandon ha resentido los efectos de la contingencia por el Covid-19, aunque trata de ganarse la vida vendiendo gelatinas y postres. Hay días buenos donde que puede ganar para su sustento, pero hay otros en que la gente incluso le roba, cuando se mete a su espacio, a su refugio.
Lleva poco más de 6 meses en este sitio y durante estos días ha hecho amistad con los empleados de los negocios de la zona: de una farmacia, pollos a la leña y la señora que vende quesadillas.
Quien más lo ha apoyado son los dueños de un establecimiento de venta de llantas. Ahí le permiten asearse y le prestan el baño. También convive muy de cerca con la señora de las quesadillas, a la cual le dice tía.
Trata de alguna manera de suplir la falta de cariño de su mamá, que dice, a los tres años lo regaló. Cuando vivía en Zitacuaro, añade, padeció de todo: robos, abusos, vejaciones y maltratos de las personas que lo criaron.
A varios meses de estar en la calle, ha sobrevivido cada día, con las personas que lo ayuda. Sólo pide que le compren sus gelatinas y postres. No los prepara él, las compra y las revende, por lo que hay la confianza de que son higiénicas.