Ya se está haciendo común ver en los tianguis y vía pública de nuestra ciudad capital la venta de cerveza. Los expendedores ponen mesas o improvisan algunas y colocan sobre ellas vasos de diferentes tamaños mientras en hieleras exhiben diferentes marcas de las bebidas alcohólicas. Desde luego que de la cerveza se mencionan algunos beneficios como que tiene nutrientes, mejora la socialización, reduce el estrés y previene algunos padecimientos médicos pero consumirla en la calle es posible que resulte en ingesta excesiva, conductas desinhibidas, disturbios, alteraciones al orden, conflictos entre personas, daños a la propiedad pública, inseguridad y accidentes.
Por otro lado, aunque nos guste la idea de que en las avenidas son más baratas, hay competencia desleal con los vendedores de bebidas en establecimientos fijos que suelen cumplir con regulaciones sanitarias, de licencias y seguridad y que deben ofrecer un ambiente más formal y servicios adicionales como atención al cliente y comodidad.
En la capital del país, de hecho, se acaba de presentar una iniciativa de ley para imponer multas que inician con tres mil 200 pesos y cárcel por 36 horas a los infractores de chelerías. Eso sí, quedan fuera las ferias, romerías o festividades locales que cuenten con autorización oficial.
La verdad es que los mexicanos recurrimos a los pretextos para ingerir bebidas embriagantes empezando por fiestas, fechas célebres, reuniones sociales, eventos deportivos, despedidas y bienvenidas. Y ahora, tener a nuestro alcance en la calle las cervezas se nos hace fácil y relajante pero seamos honestos y aceptemos que beber en espacios públicos afecta la convivencia social y promueve comportamientos irresponsables.