Veo y escucho a un titipichal de gente que está verdaderamente molesta con el presidente de la república —AKA, el preciso—. Gente que se ha sentido ofendida porque el preciso se lanzó contra la clase media mexicana y lanzó una serie de calificativos rete fuertes. La semana pasada les dijo aspiracionistas y egoístas, además de que afirmó que eran fácilmente manipulables. También usó las palabras “hipócritas” y “clasistas”. Y que “quieren triunfar a toda costa”.
Y todo porque identificó que las clases medias, que habían votado por él y por la cuatro té en 2018, le retiraron olímpicamente el voto —y el apoyo— y decidieron votar por otras opciones políticas.
Para decirlo lisa y llanamente, el preciso se ardió.
Para confirmar su molestia, el lunes dijo que esa clase media que votó contra Morena, es “muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda, sin escrúpulos morales de ninguna índole; son partidarios de que ‘el que no transa, no avanza’…”
O sea, bien gachos camachos.
Al arriba firmante no le sorprende el criterio y la postura del presidente. Cuando las clases medias votaron por él hace tres años no dijo esta boca es mía. Pero sí dijo, hace un año —a propósito de la austeridad republicana—, que había que conformarse con tener un par de zapatos, la ropa indispensable y “si se puede tener un vehículo modesto para el traslado ¿Por qué el lujo?”
Luego entonces, el preciso debe tener una idea muy definida de “vivir en la honrosa medianía”, esa que pregonaba Benito Juárez, y aquello de que hay que consagrarse asiduamente al trabajo.
El arriba firmante recomienda, por tanto, que no hagan coraje. Las muinas no son buenas para la salud, sobre todo si uno espera llegar a la elección presidencial del año 2024 para votar como se le pegue su regalada gana. Como lo hace cualquier ciudadano libre y consciente, que conoce sus derechos y sus obligaciones con la res pública. Con independencia y autonomía, características que no le gustan a ningún político que quiere mantener una clientela, ya sea golpe de regalos, dádivas y anexas —mejor conocido como clientelismo— o de una sujeción ideológica.
Las clases medias ni deberían darse por enteradas. Dicen que el buen juez por su casa empieza y en la casa del preciso es bien sabido que sus vástagos están perfectamente identificados como el perfil aspiracionista que tanto le molesta al jefe del Poder Ejecutivo federal.
Ser clasemediero no es ningún pecado. Tampoco ser un potentado. Menos ser lumpen proletario. Nadie tiene que está forzosamente alineado con las ideas presidenciales. Es la fortuna de vivir en un país libre y medianamente democrático.