En menos de cuatro semanas concluirá el ciclo escolar 2015-2016 y como ha sucedido los últimos tres años, seguramente con anuncios positivos del gobierno federal o Secretaría de Educación Pública sobre el combate a la obesidad infantil en las escuelas.
Sin dejar de reconocer el esfuerzo de directores y profesores de planteles educativos para reducir o prohibir el consumo de comida chatarra en las escuelas, la realidad es que los refrescos, papas y botanas procesadas, lo mismo que variedad de galletas siguen presentes en las tienditas.
Por otra parte, los niños saben perfectamente y de hecho lo comentan, que en sus casas se acompaña la comida con refresco y que las pizzas, hamburguesas, hot dog y otros productos chatarra están en su dieta diaria.
No nos engañemos. Como adultos sabemos que la comida chatarra abarca toda clase de alimentos en los que abundan grasas, colesterol, azúcares y sal. Y que también contiene sustancias añadidas que repercuten en el valor nutritivo de los alimentos.
Comer sanamente es decisión de cada uno. La diferencia es que, tratándose de niños, decidimos por ellos.
La comida chatarra es un peligro para la salud.
