Hoy en día se habla mucho de la concentración de la población en las grandes ciudades y la consecuencia de esto: saturación de servicios públicos y explotación de los recursos naturales.
¿Quien de nosotros estaría dispuesto a contribuir con el ahorro de espacio una vez muerto? Es decir, que en lugar de ser enterrados en un féretro nos conviertan en abono de un árbol?
La propuesta es ésta: congelar los cuerpos con nitrógeno líquido, luego convertirlos en polvo mediante un proceso de vibración y finalmente filtrar el polvo de metales para obtener el abono.
En esta decisión estarían presentes, como en muchos casos, distintas perspectivas espirituales entre las que destacan la resurrección del cuerpo.
Al final, con esta propuesta ambientalista lo que se quiere es evitar el entierro, que se considera
un desperdicio de suelo y contaminación.
¿Quién dice yo a la cremación eco-amigable?