De mal en peor

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El pasado 24 de julio se presentó la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, que mide la percepción de inseguridad en 91 ciudades del país. En promedio, dos de cada tres habitantes de esas zonas urbanas dijeron que se sentían inseguros. Para redondear por género, siete de mujeres y seis de cada 10 varones manifestaron que era inseguro vivir en su ciudad.

Para el caso del estado de México, en las ocho ciudades o municipios que se miden, las cosas están igual o peor que antes. Estamos hablando de administraciones municipales que tienen siete meses en funciones.

Cualquiera sabe, porque es una de estas verdades generalmente consentida, que la seguridad es la principal preocupación social en la actualidad y, además, la función número uno de los gobiernos.

Si las ocho ciudades que mide la Encuesta Nacional de Seguridad Pública sirven de parámetro para el estado de México, estamos igual o peor que al inicio del año, de modo que la lógica indica que si algo no mejora, empeora.

Y además, hay pendientes. El programa anual de seguridad —municipal y estatal— en el mejor de los casos duerme el sueño de los justos; en el peor, ni existe. Las decisiones se toman a ciegas, porque no se diagnostica la inseguridad con datos recabados en campo, sino en el escritorio. En consecuencia, la estrategia funciona gracias a las chiripas, no a acciones precisas y planificadas.

Claro, los defensores de la 4T—los oficialistas de hoy, críticos de ayer— me dirán que ahí está la disminución en las cifras de homicidios, por ejemplo. Pero la divulgación de una supuesta disminución de delitos se enfrenta a una realidad contundente, aceptada por una generalidad, que ya ni se ocupa de rebatirla cuando se trata de inseguridad. Las evidencias diarias apuntan al deterioro en los municipios que se miden, porque en el resto, ni siquiera saben cómo están.

Eso sí, algunos gobiernos municipales de la 4T en el estado de México empiezan a resentir la altura del tabique en el que están subidos. Han perdido el piso con un común denominador: creer que no hay mejor gobierno que el que ellos encabezan.

Y eso incluye “pelusear” las obras y acciones del gobierno federal de Claudia Sheinbaum o del estado, de Delfina Gómez.

Una revisión en sus redes sociales o comunicaciones formales es suficiente. Aunque me dirán que en las redes todo son memes, entre broma y broma, la verdad —de lo que piensan de sí mismos— se asoma.

El gobierno de Ecatepec, primer lugar en percepción de inseguridad en el estado de México, acusa tácitamente al gobierno estatal y federal de no supervisar obras como la autopista Siervo de la Nación o el Macrocircuito sobre avenida Periférico, que han causado inundaciones. Las constructoras, “no pueden seguir trabajando de esta manera, a costa de la tranquilidad de los vecinos, han sido incapaces de resarcir los daños que  han hecho a las comunidades”.

Y los hay con una sensación de superioridad inenarrable. El gobierno de Zumpango publicó en sus redes un “simpático meme” en el que en un chat de What’sApp invitaba los otros 124 gobiernos municipales a hacer un cambio. “Es momento de ¡transformar!” dice el post seguido de unos emojis. Y agregó: “Nosotros como número uno en inversión pública y referentes del Estado de México podemos explicarles…”. En la pantalla se lee enseguida: “124 integrantes salieron del grupo”. Sobrentendido el mensaje del poseedor del cetro, ¿no?

Rasgo en común, afirmar que las reflexiones que les resultan desfavorables son violencia política, producto de una campaña o de intereses inconfesables. Así, sin espacio para la critica o la autocrítica, en seguridad y otros menesteres seguiremos de mal en pior.

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