El robo de identidad en redes sociales y sistemas de mensajería como Whatsapp ya es una constante.
Somos demasiado confiados y demasiado solidarios.
Respondemos que sí a cualquier solicitud de amistad, aunque no tengamos ni la más remota idea de quién es esa persona. Ni siquiera revisamos en su perfil para estar seguros de que es alguien real, que tiene información creíble, que hay una fotografía o varias en las que sepamos de quién se trata, no nos importa si dice que vive en China, Noruega o La India. A veces para hacer una conexión basta que algún conocido real esté conectado para aceptar una solicitud.
Y si nos llega un mensaje en el que nos piden confirmar una dirección para recibir un paquete, llenar un formato con datos personales y hasta reenviar un código supuestamente enviado por error, lo hacemos sin pensar.
Respondemos positivamente a una abrupta e inesperada solicitud de dinero, hacemos trámites por teléfono, aceptamos regalos que ni siquiera sabemos de dónde vienen.
Y en nuestro exceso de confianza, pagamos las consecuencias. Diariamente se registran 15 mil fraudes en México. La mayoría, por nuestros comportamientos de riesgo.