Hacer un llamado a campañas políticas de altura en este momento es francamente inútil.
No había transcurrido ni un día de campañas cuando ya los políticos locales y nacionales se andan dando hasta con la cubeta.
Que si tu abuelita lava ajeno, que si la tuya anda en bicicleta, que si a tu hermana le dicen la no se qué, que si esto, aquello y lo de más allá. Se soltaron muy pronto con sus frases barriobajeras. Y lo peor es que les responden, quizas no en el mismo tono, pero les responden.
Así, no se puede pedir que las campañas sean de altura, propositivas y que nos dejen algo a los ciudadanos de a pie.
No sé qué absurda necesidad tienen los políticos de desacalificarse los unos a los otros, y los otros a los unos. Una descalificadera que dan ganas de mandarlos directo de regreso a donde vinieron.
Porque de la descalificación y el intercambio de acusaciones, los ciudadanos de a pie —y la sociedad, por descontado— no sacamos nada. Es inútil para nuestros propósitos de vida y para las expectativas de un estado de México mejor y al servicio de sus habitantes.
Mientras los políticos concentren sus energías en ver quién es el autor de la descalificación e insulto más auténtico, genuino o sonoro, el estado de México seguirá su curso, sin ninguna ganancia ni beneficio.