Se dice que el cáncer hace metástasis cuando las células del tumor primario se desprenden y viajan a través del sistema circulatorio a otras partes del cuerpo. La sangre se enriquece primero con nutrientes en los intestinos antes de llegar al hígado, que metaboliza los nutrientes. Para las células del cáncer colorrectal, el hígado es la última parada.
Cuando las células hepáticas tienen una proteína llamada Plexin-B2 y las células de cáncer colorrectal poseen determinadas proteínas de la familia de las semaforinas, las células de cáncer colorrectal pueden adherirse a las células hepáticas.
Cabe tener en cuenta que las células cancerosas que tienen semaforinas en su superficie son especialmente peligrosas, como lo atestiguan los estudios clínicos. La plexina y su contraparte, la semaforina, ya eran conocidas por la comunidad científica por su función en el sistema nervioso, donde ambas proteínas dirigen el crecimiento de las células nerviosas y garantizan que formen las vías adecuadas.
Una vez en el torrente sanguíneo, las células cancerosas se parecen a las del tejido conectivo llamado mesénquima. Sin embargo, una vez que encuentran su nuevo nicho, gracias a la plexina presente en algunas células del hígado, las células cancerosas vuelven a su forma sedentaria.
Cuando las células cancerosas se agrupan para formar un tumor, también influyen en las células de su entorno. Si los esfuerzos para inhibir la interacción crucial entre la plexina y la semaforina tienen éxito, es posible que se pueda evitar que el cáncer genere nuevos tumores. Esto se debe a que en las primeras fases, cuando las relaciones entre las células de este ecosistema aún no se han establecido firmemente, las metástasis tumorales son especialmente vulnerables.