El mentado bailongo

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Es de sobra conocido, hay evidencias, de que me caí de chiquito. Una tragedia que alguna vez contaré en esta media plana a mis apreciados cuatro lectores. Ese accidente, que me dejo “privado”, impidió una preclara inteligencia, pero resollé a tiempo, al menos para darme cuenta de que la respuesta del gobierno municipal de Toluca sobre el bailongo del fin de semana en San Andrés Cuexcontitlán es cosa aparte.

El hache ayuntamiento toluqueño dice que “no permitirá que se atente contra el Derecho a la Salud de la población” —las mayúsculas son de la redacción original—. ¿No permitirá?, me pregunté a mí mismo en un acto de razonamiento de esos que me acometen cada vez que un cantante grupero de moda dice la palabra “pistear”.

Por si no se había dado cuenta el director de Seguridad Pública municipal, Roberto Valdés, el hache ayuntamiento ya lo permitió.

Sí, el mismo día en que se celebró el mentado bailongo con tres grupos de reconocido renombre en San Andrés y pueblos a la redonda.

En mi pueblo le llaman negligencia. Que el diccionario dice que es una “omisión de la atención debida por inacción o descuido o por acción incorrecta, inadecuada o insuficiente”. O todo junto. Es decir, por hacerse de la vista gorda. O por nadar de muertito, como dije en este mismo espacio hace algunos días.

Ni la burla perdonan.

Pero el bailongo no fue el único acto público en el que hubo una aglomeración evidente.

El mismo sábado en un estacionamiento ubicado a unos pasos del centro de Toluca, en la avenida Miguel Hidalgo, en el barrio de San Bernardino, hubo una concurrida fiesta en la que participaron unas cuantas decenas de motociclistas. Tampoco hubo quien lo impidiera.

En otras circunstancias, el bailongo o la fiesta motorizada serían “pecatta minuta”. Pero en el marco de la pandemia de COVID-19, con varios estados ya con rebrotes de la enfermedad, y en plena temporada de influenza, las omisiones son de alto riesgo. Menos en el criterio de quienes prefirieron jugarle al vivo: los organizadores del bailongo, para los que su ganancia económica lo es todo; a los grupos, que se quieren dejarse ver como bravucones; a los asistentes, para quienes la necesidad de alcohol y fiesta es más importante su salud y la de su familia; y naturalmente a los servidores públicos que en vez de cumplir con su obligación con la sociedad y el gobierno, prefieren ser omisos y la comodidad de no hacer nada.

Hay días en que quisiera desear que le cayera el chahuistle a algunas personas. Hoy es uno de esos días. El semáforo epidemiológico está en naranja, sólo los daltónicos y subnormales profundos lo pueden confundir con el verde. Bien dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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