El Partido Revolucionario Institucional tuvo su parto en el estado de México. Sus antecedentes históricos, el Partido Nacional Revolucionario y el Partido de la Revolución Mexicana le deben al estado de México, porque en el ya lejano 1929 el entonces gobernador del estado de México, Filiberto Gómez, fue el eje que estructuró al PRI. Fueron las formas y estructuras del extinto Partido Socialista de los Trabajadores del Estado de México los que sirvieron de molde para el PRI.
No es exagerado decir que aunque la idea del PRI nació en la ciudad de México de la mente de Plutarco Elías Calles, los ingredientes, la conformación, la gestación y el nacimiento material se dieron gracias a la clase política mexiquense. Que hoy se sigue distinguiendo de la del resto del país.
El PRI nunca ha perdido una elección de gobernador en cinco estados, uno de ellos el estado de México.
Por eso la elección de este 2017 es trascendental para el tricolor. Como nunca antes, el PRI se juega la vida el domingo 4 de junio, con la conciencia de que se tratará de las elecciones más complicadas que haya enfrentado en su historia de 88 años sin alternancia en el estado de México. Aunque con una baraja amplia de contendientes, que dispersará el voto opositor al régimen priista.
El PRI puede ser herido de muerte en el estado que lo hizo nacer. O puede prolongar su historia.
Su campaña de continuidad sólo es bien vista en su clientela. El tricolor y su precandidato único, Alfredo del Mazo, necesitan más que eso frente a los ciudadanos informados y, sobre todo, molestos.