El salario rosa

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En uno de los municipios más pobres del estado de México, Villa Victoria, se puso en marcha ayer el programa Salario Rosa, una promesa de campaña del actual gobernador.

Si bien el ambiente fue de júbilo por la reunión de cientos de mujeres, homologadas por playeras y gorras en color rosa obsequiadas por el gobierno del estado, destacaba en ellas sus historias de franca pobreza.

Es decir, mujeres que a diario vemos postradas en calles o afuera de los mercados vendiendo servilletas de punto de cruz, gelatinas, verduras cortadas en el monte; quesos, tortillas hechas a mano, jergas y demás.

Las que en mayor proporción no cuentan con alguien más que las apoye económicamente y en cambio deben mantener a sus familias. Mujeres desdeñadas y sobajadas de manera sistemática, resultado de la desigualdad, discriminación y violencia social.

No se les ha garantizado el acceso a educación, a servicios de salud, a un trabajo remunerado, a una alimentación adecuada e incluso una vivienda digna.

Ayer se les veía alegres, entusiasmadas, reconocidas, agradecidas pues recibirán un salario bimensual por primera vez; mientras en todas ellas el común denominador era el rostro de mujer; esto es, el rostro de la pobreza en México.

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