El tarifazo, dos

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La versión oficial del tarifazo en vigor desde el 15 de octubre pasado dice que ora sí, el pulpo camionero va a entrar en cintura.

Bueno, no dice exactamente eso, pero sí que el tarifazo es el inicio de una (cuarta) transformación que “pone en el centro la seguridad y la eficiencia del servicio”… que ora sí hay reglas claras y compromisos verificables. Por ejemplo, que los choferes deberán aprobar cursos de manejo, acreditar pruebas toxicológicas y mantener sus unidades en óptimas condiciones. Que habrá cámaras de videovigilancia, seguros vigentes y revisiones físico-mecánicas constantes. O sea, el estado ideal del asunto.

El arriba firmante lo comentaba en su anterior entrega: que hay un compromiso de “reestructura integral del transporte público, mejorando el servicio, mantener limpias las unidades, priorizar el pago de los servicios de mantenimiento, seguros, equipos de videovigilancia, capacitación a personas operadoras, la renovación de unidades, la cromática de las unidades, así como cumplir con la revisión físico-mecánica de las mismas, con la periodicidad que determine la autoridad, todo esto en términos de las normas técnicas aplicables, buscando brindar una movilidad segura, digna y eficiente a las personas usuarias, contribuyendo a la modernización y la viabilidad del servicio público de transporte para las personas mexiquenses, garantizando condiciones de seguridad, eficiencia, calidad y sostenibilidad”.

Es decir, que en el transporte llegue a ese lugar llamado Utopía —que mis enterados cuatro lectores saben que es invención de Santo Tomás Moro, en su obra homónima de 1516—.

Pero el arriba firmante, se conformaría con menos. Tantito orden sería suficiente.

Ya sé que solo ha pasado una semana del tarifazo y que nadie ha protestado con suficiente vehemencia, de modo que ya encajamos el aumento de dos pesos. Pero estaría bueno que se pusieran en marcha las que hasta ahora son buenas intenciones.

Sin ir mas lejos, aunque el discurso oficial y la Gaceta del Gobierno lo digan, a los choferes les viene guango el descuento para adultos mayores y niños de menos de cinco años. Me consta que cuando los adultos mayores se suban el camión y enseñan su credencial del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, vulgo INAPAM, los siempre educados chafiretes les dicen que esa tarjeta no está autorizada, que les entreguen copia del documento (o en su defecto les dejen tomar una foto) o que simplemente no la aceptan porque con eso no van a pagar el combustible. Así que el descuento se queda en el discurso y la eterna palabrería.

Ya ni hablemos de la falta de paradas perfectamente identificadas y paraderos para el resguardo de los usuarios, que deberían ser parte de la infraestructura básica de las ciudades mexiquenses y que no existen porque para eso no hay lana, ni voluntad. Tampoco recordemos que alguna vez nos prometieron “operadores” con camisas blancas y corbatas.

Porque para variar, las reglas claras y compromisos verificables no vienen acompañadas de métricas claras… el clásico dice que “lo que no se puede medir no se puede controlar y lo que no se puede controlar no se puede mejorar”. Sin indicadores, el presagio no puede ser bueno.

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