Mis estimados cuatro lectores, dos puntos. Van a disculpar al arriba firmante por incrédulo: no creo en chaneques, duendes, dioses menores, tótems, fantasmas y anexas. Es más, no creo en chaneques ni aunque los presente el mismísmo presidente de la república.
Eso sí, estoy seguro de que los espíritus chocarreros se adueñan periódicamente de las voluntades de un montón de actores políticos y mi expectativa es que su presencia se acentúe en estado de México, mucho más de lo que su presencia ya es visible, con lo que está ocurriendo en la actualidad.
Seguramente ya se dieron cuenta de que los partidos, políticos e interesados en la vida pública del estado de México, de cara a la elección de la gubernatura mexiquense, se están dando hasta con la cubeta. A las calladas, porque estamos en el periodo de intercampañas, donde se supone que todos deberían estar calladitos y bien portados.
Pero en los dos meses que llevamos del proceso electoral, el Instituto Electoral del Estado de México acumula 79 procedimientos especiales sancionadores, producto de las denuncias de los distintos partidos políticos.
Se trata de más de una denuncia diaria, a pesar de que todavía no llegamos a la parte central del proceso de elección de la gubernatura. El intercambio de acusaciones se está dando con singular alegría. Que si tu abuelita lava ajeno, que si quieres tu nieve de limón, que si aquel utiliza los programas sociales o que el otro organiza campañas de vituperio… y entonces, los partidos se acusan mútuamente de presuntos actos anticipados de campaña, de participación de servidores públicos en propaganda, de acarreo a actos proselitistas, de actos de campaña en redes sociales, de aparición de menores de edad en propaganda política y docenas de asuntos más. Un trapicheo de muy padre y señor mío.
Eso sí, si tú les preguntas a las candidatas o a los dirigentes de los partidos políticos sobre las campañas por venir, cualquiera dirá que debe haber campañas de altura o campañas de propuestas.
Lo que ocurre ahora hace pensar en un escenario en el que los insultos y descalificaciones aparecerán un día sí y otro también. Así que las campañas de altura quedarán solamente en el imaginario, para variar. Y no porque no sea posible, sino porque la lucha por el poder es descarnada y cruda. No admite tibiezas.
Aunque los estrategas políticos sí preparan aquellas propuestas que puedan identificar a los ciudadanos con los candidatos —o candidatas—, lo cierto es que lo estentóreo es lo que llama la atención. La disputa y la riña es lo que vende.
O los chaneques. Al fin y al cabo que ni ellos ni los comportamientos dejen algo constructivo para la sociedad.