No sé qué es más escalofriante: que el representante de una organización religiosa o espiritual sea detenido por actos y abusos sexuales o los gestos y reacciones de sus seguidores hacia él antes, durante y después de la detención.
Por algo se dice que quien no conoce a Dios a cualquier santo le reza. Y conste que Naasón Joaquín García no tiene un centímetro de santidad si entendemos a esta como consagración en cuerpo y alma a Dios. Y hoy se le acusa precisamente de todo lo opuesto: de llevar un estilo de vida desenfrenado ajeno a la mirada fija en un ente superior.
Su caso sirve sirve para replantearnos nuestras creencias. Si creemos en uno o más seres humanos que representan una religión o en un ser superior que no podemos ver por el momento. Si las religiones son, como señalaba Marx, el opio de los pueblos, o Dios las trasciende. O si necesidad de creer nos supera. Por lo pronto, el escalofrío recorre.
Escucha el comentario editorial de Patricia Maldonado: