Una de las razones por las que se ha insistido en el regreso a clases presenciales es debido a las consecuencias del confinamiento entre las que destacan afectaciones a la salud mental. Los estudiantes arrastran poca actividad, limitada convivencia, estrés, ansiedad, temor, falta de motivación, desesperación y depresión, según se puede leer en los diversos estudios publicados en internet al respecto de la pandemia y salud mental infantil.
Otros hallazgos son la falta de tolerancia, irritabilidad, cambios de humor, dificultad de concentración y desinterés.
Asimismo, junto con los problemas de la mente, los menores presentan alteraciones en los patrones de sueño y la alimentación, cefáleas y gastritis.
La situación empeora en los hogares donde no hay comunicación entre padres e hijos y por tanto, no se habla o comparte sobre sentimientos, emociones y necesidades.
Cómo olvidar la estadía en la escuela, con profesores y alumnos, las instalaciones, el ambiente en general; los recreos, los juegos, la convivencia, el aprendizaje, los eventos especiales, las clases extras, etcétera.
Para la ONU, el regreso a clases es imperativo junto con priorizar el bienestar emocional de los estudiantes y en general, de toda la comunidad escolar que abarca a docentes y familia.