Los espléndidos anillos de Saturno, formados por incontables partículas de hielo, roca y polvo y que se extienden por un diámetro de hasta 280.000 kilómetros, dejarán verse dentro de seis meses… pero no hay de qué alarmarse: no se irán a ningún lado, y pasado el mes de marzo volverán a observarse como si nada hubiese pasado. No por mucho tiempo, eso sí: en noviembre de 2025, la historia volverá a repetirse.
El efecto óptico es el resultado de la inclinación del eje del planeta, que alineará los anillos con nuestra línea de visión, de forma que, por su escaso espesor (que abarca un rango de entre 10 y 1.000 metros solamente, en función del área), no serán apreciables desde los más de mil millones de kilómetros que separan Saturno de la Tierra.
Conocido como cruce del plano de los anillos, este fenómeno se produce cada 14 a 15 años. Al igual que la Tierra, Saturno tiene el eje inclinado (27º el gigante gaseoso; 23,5º nuestro planeta).
Esto, sumado a que tarda 29,5 años terrestres en completar una órbita alrededor del Sol, hace que, a medida que el planeta avanza, sus anillos van dejando de ser visibles. La última vez que ocurrió fue en 2009, y lo mismo volverá a suceder entre 2038 y 2039.
Pese a todo, lo que sí que es cierto es que los anillos sí desaparecerán de forma física, pero todavía tendrá que transcurrir mucho tiempo hasta que eso ocurra: algunos científicos estiman que, debido a la interacción de las partículas con el campo gravitacional y magnético y la atmósfera de Saturno, así como la desintegración por radiación ultravioleta y la erosión por micrometeoritos, la mayor parte de los anillos desaparecerán en un periodo de entre 50 y 100 millones de años. Y para dentro de entre 100 y 300 millones de años, ya no quedará nada.