Héroes cotidianos

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Crecí en una época donde todavía quedaban los ecos de la llegada del hombre a la Luna. Y de los viajes de la misión Apolo, porque no sólo el Apolo 11 llegó a nuestro satélite natural.

Era una época donde los héroes terrenos eran astronautas y exploradores. No como ahora, en la que pareciera que hay gente que le tiene una especial admiración a algunos criminales. Aunque eso es harina de otro costal.

Lo que quiero contar es que mis héores eran el antropólogo mexicano, originario de España, Santiago Genovés, y el explorador y biólogo noruego Thor Eyerdahl. Pero también Alan Shepard, Yuri Gagarin, o John Glenn.

Para quien no lo recuerde, Santiago Genovés creó un experimento de convivencia llamado Acali: durante 101 días un grupo de personas de cuatro continentes cruzaron el oceáno Atlántico impulsados sólo por una vela y participaron en investigaciones sobre la violencia y los grupos humanos en una situación límite.

Thor Eyerdahl cruzó el Atlantico en una balsa como las de los antigios egipcios y demostró en una balsa al estilo polinesio, la Kon Tiki, que había una conexión entre América y Oceanía desde tiempos inmemoriales.

Y ni hablar de los astronautas. Sus hazañas son ampliamente conocidas. Quizás no como las de quienes los ayudaron desde la Tierra.

Que es ahí adonde quería llegar. A recomendar la película Talentos ocultos, que trata sobre las mujeres negras cuyos cálculos matemáticos fueron vitales para las misiones espaciales de Estados Unidos.

Vayan y véanla. Descubran la utilidad de las matemáticas y, especialmente, el trabajo de héroes anónimos, como los que todos los días hacen posible que el mundo ruede. Muchas veces sin recompensa ni reconocimiento. Se van a sentir complacidos.

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