Los alimentos que elegimos están influidos, en gran medida, por factores culturales, socioeconómicos o de accesibilidad. Sin embargo, hay casi 500 genes relacionados con la dieta y que parecen influir directamente en lo que comemos.
Así lo indica un estudio de la Universidad de Colorado, Estados Unidos que será presentado en NUTRITION, la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Nutrición, que se celebra en Boston.
Estos hallazgos representan un paso hacia el uso de la genética de una persona para desarrollar estrategias de nutrición de precisión que ayuden a mejorar la salud o prevenir enfermedades.
«Algunos de los genes que hemos identificado están relacionados con las vías sensoriales -incluidas las del gusto, el olfato y la textura- y también pueden aumentar la respuesta de recompensa en el cerebro», explicó Joanne Cole, de la Universidad de Colorado y coordinadora de la investigación.
Puesto que algunos de estos genes «pueden tener vías claras para influir en si a alguien le gusta o no un alimento, podrían utilizarse potencialmente para crear perfiles genéticos sensoriales que afinen las recomendaciones dietéticas de una persona en función de los alimentos que le gusta comer», agregó Cole, citada por la Sociedad Estadounidense de Nutrición.
El análisis reveló unos 300 genes directamente asociados al consumo de alimentos específicos y casi 200 vinculados a patrones dietéticos que agrupan varios alimentos, por ejemplo, la ingesta general de pescado o el consumo de fruta.
El equipo empleó registros del Biobanco del Reino Unido, que contiene datos genéticos, socioeconómicos y de salud de 500 mil personas, para hacer un estudio de asociación de todo el fenotipo (PheWAS).
Este tipo de estudios se usan para encontrar asociaciones entre variantes genéticas de interés y un espectro de rasgos y comportamientos humanos, incluida la ingesta alimentaria.
Un desafío en la identificación de genes relacionados con la dieta es que lo que la gente come se correlaciona con muchos otros factores, incluidos de salud como el colesterol alto o el peso corporal e incluso el estado socioeconómico.
Los investigadores aplicaron métodos computacionales para descubrir los efectos directos de las variantes genéticas que afectan la dieta y separarlos de otros indirectos, como aquellos en los que un gen afecta a la diabetes, lo que requiere que una persona coma menos azúcar.
El estudio demostró, según Cole, que los patrones dietéticos «tienden a tener efectos genéticos más indirectos, lo que significa que estaban correlacionados con muchos otros factores».
El equipo estudia ahora los genes recién identificados relacionados con la dieta para comprender mejor su función y trabaja para identificar más que influyan directamente en las preferencias alimentarias.
Cole está interesada en investigar el posible uso de la genética de una persona para adaptar el perfil de sabor de una dieta diseñada para perder peso, podría mejorar la adherencia.
También podría ser posible utilizar estos nuevos conocimientos para adaptar los alimentos a la predisposición genética de una persona.
«Si sabemos que un gen que codifica un receptor olfativo en la nariz aumenta el gusto por la fruta y potencia la respuesta de recompensa en el cerebro, los estudios moleculares de este receptor podrían utilizarse para identificar compuestos naturales o sintéticos que se unan a él», explica Cole.
Entonces, -agregó- podría explorarse si añadir uno de esos compuestos a alimentos saludables hace que ean más apetecibles para esa persona.