En estos días hemos tenido en Toluca la agradable y simpática visita de los integrantes de organizaciones como el movimiento antorchista y la coordinadora de escuelas democráticas del estado de México.
Unos y otros esgrimen razones de peso para marchar por las calles de Toluca. Aunque en realidad no tengan importancia, porque nadie en su sano juicio podría oponerse a un grupo que demanda apoyo para el campo mexiquense o el que exige recursos para escuelas. Pero podrían elegir como banderas a las madres solteras o a los ancianos desvalidos o a los laicos comprometidos que andan de misioneros por Burkina Faso. Cualquier razón suficientemente buena puede ser pretexto para marchar.
Y ejercer presión política.
Porque el arriba firmante, que es escéptico cuando se trata de los altos ideales, solidarios y desprendidos intereses de grupos como los antes citados, cree que en realidad las dirigencias traen a Toluca a pasear a sus huestes con la única intención de que en la repartición de candidaturas a cargos de elección popular los siga bendiciendo la Revolución.
Perdonen la falta de candidez o el exceso de incredulidad.
No es casual que vengan a pedir herbicidas cuando faltan un par de meses para que las primeras matas de maíz aparezcan en los surcos y recursos para reconstrucción de escuelas de las que no habíamos escuchado después de medio año de los sismos de septiembre.
Lo malo es que, como siempre, pongan a la gente de carne de cañón.