Yuya Sakai y su equipo, académicos de la Universidad de Tokio, desarrollaron esta innovadora manera de crear cemento para combatir la cantidad de alimentos desechados en el mundo. Hasta midieron su resistencia a la flexión. Resultado: el producto aguanta sin problemas.
Una pizca de orégano, pimienta negra recién molida, cebollas cortadas en pluma y dejar marinando en jugo de naranja para que absorba un toque ácido.
Muchos pensarán que se trata de una receta de pollo al jugo, pero los pasos descritos en el párrafo anterior se refieren a algo mucho más increíble: los pasos para producir cemento a partir de desechos de alimentos.
La innovación nació gracias al japonés Yuya Sakai, ingeniero y profesor de la Universidad de Tokio, quien además se especializa en hormigón y reciclaje.
Su método científico duró largos años, en los cuales probó una multitud de materiales reciclados, entre los que dio con las verduras y las frutas.
El primer paso fue juntar todas las materias primas, las que incluían cebollas, zapallos, plátanos, naranjas, entre otros alimentos. Paso siguiente: los cortó en trocitos y los pasó por el horno a una temperatura de 105°C, o a máquina de secado al vacío.
Posteriormente, sacó los materiales (o ingredientes) y los pulverizó en una licuadora. Después, la docente mezcló el polvo con agua, condimentos y los prensó en caliente a 180°C.
Lo más impactante de todo esto fueron las pruebas finales. El material resultante fue expuesto a varias evaluaciones para determinar la resistencia a la flexión. Salvo la muestra hecha con zapallos, todos los demás ingredientes pasaron la prueba sin problemas.
Sorprendentemente, las pruebas realizadas con repollo consideraron que su resistencia supera hasta por tres al cemento común y corriente.
¿Se imagina una muralla construida con este tipo de cemento? Podría ser hasta comestible. De hecho, las pruebas destacaron también porque, a pesar de someterse a tantos procesos, la comida aún conservaba algunos sabores y aromas.
Lo mismo pasa con el color. Los novedosos cementos conservaron ciertos colores provenientes de los alimentos.
Sin embargo, esta innovación no deja de provenir de las frutas y las verduras. Por ende, se preveía que las estructuras fabricadas con este tipo de cemento podrían verse afectadas a insectos, hongos y bacterias. Eso sí, a cuatro meses de su exposición, no se vieron alteraciones de este tipo.
Con este experimento, el objetivo principal del investigador japonés es evitar el desperdicio alucinante de alimentos a nivel mundial. Según la ONU, serían hasta 900 millones de toneladas de comida perdida durante un solo año.