Juegos de video

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Quienes esperen una sesuda reflexión sobre la vida nacional o estatal en los siguientes renglones pueden pasar de largo.

Ni siquiera sé por qué hago la indicación, si cualquiera sabe que en este espacio —el que le corresponda— no ocurre ni una cosa ni otra. Pero no está de más hacer el señalamiento a algún despistado que se encuentre en la tarea de recortar, copiar o imprimir por alguna indicación superior, por costumbre o por simple abulia.

Lo que viene a continuación es un alegato a propósito de una de las prácticas que sin mucho esfuerzo he observado en los juegos de video de la actualidad: me refiero al hecho de que ahora los productores y creadores de esta forma de pasar el tiempo no se contentan con generar una saga en la que aparecen nuevos personajes, utilidades o aventuras en las versiones dos, tres y hasta el infinito de sus respectivos juegos. Ahora en un solo juego hay que agregar docenas de personajes, vehículos y aparatitos para continuar la aventura.

Es el caso de Skylanders, que creo que es el más popular de esta clase de videojuegos: tiene sus personajes y escenarios, que se consiguen físicamente. Pero, además, dado que hay como media docena de versiones, cada una de ellas tiene sus propios personajes… o los mismos, pero con algún agregado.

Me imagino que los creadores deben estar haciendo una fortuna —porque además el juego es bastante entretenido—. Y alegrándose del momento de iluminación o epifanía que tuvieron cuando decidieron que en lugar de hacer la versión 2 y llegar hasta la 50, era mejor producir muñequitos, armas, trampas, escenarios, vehículos y venderlos por separado.

Seguro ya nadan en dinero.

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