Fanny: el uno, el dos y el tres

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Los funcionarios gubernamentales, especialmente los de las áreas de seguridad, procuración de justicia y hasta de las instituciones creadas para la atención de la mujer como grupo vulnerable, aprendieron muy rápido como deshacerse de los casos de violencia de género, como el de Rosalinda Esthefanie Morales Camacho, del que me he ocupado estos días.

Son tres las formas de minimizar o subestimar los casos de violencia en contra de las mujeres:

El ajuste de cuentas. Que revictimiza a la víctima, a sus familiares y amigos. Es la receta que más se aplica a los miles de muertos en todo el país.

El crimen pasional. Fácil y sencillo, mucho más en el caso de los feminicidios.

El tercero es aquel de que la víctima estaba en un lugar no indicado. Le tocó la mala suerte de este en el lugar menos indicado en el peor momento.

Mis cuatro lectores puede revisar los casos recientes y pasados. El de la doctora Jessica Sevilla, secuestrada en Xonacatlán y localizada muerta en Huixquilucan; el de Karina Quiroz, la joven de Ixtlahuaca desaparecida y también encontrada muerta; el de la estudiante de enfermería Maribel González, desaparecida tras abordar un taxi en Tenancingo y con el mismo destino de muerte, en Tenango del Valle. Y el de Rosalinda Esthefanie Morales Camacho.

El tratamiento es semejante. Trivializar los casos, aplicar el manual para hacer de ellos temas ordinarios. Y esperar a que se olviden.

A que los sepulten el paso de los días, las semanas, los meses y los años. A costa de más hogares enlutados.

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